Una historia con merucos

En una playa de nuestro entorno desemboca un tubo que lleva aguas pluviales y posiblemente también aguas fecales. En estos días de tanta lluvia el caudal es enorme y en su salida al mar se apostan 16-18 Vuelvepiedras (Arenaria interpres, Entornarraxes). Su actitud no es la típica de levantadores de piedras en busca de presas: andan por la zona, se suben a las rocas, se bajan, miran el agua pasar y, de repente, sale uno corriendo y alguno detrás de él. Lleva en el pico una Lombriz de tierra (Lumbricus terrestris, Merucu) y se escapa para poder comerla con tranquilidad. Esta situación se repite una y otra vez y nos llama mucho la atención la cantidad de merucos que arrastra el pequeño río.

Los Vuelvepiedras no son nada esquivos y soportan mi presencia a poco más de tres metros, pero hay otras especies con hambre y que son más ariscas por lo que se colocan un poco más lejos: la Gaviota reidora (Larus ridibundus, Gaviota riyidora) y la Garceta común (Egretta garzetta, Garcia cande), de tal manera que se van a alimentar de las lombrices que se les escapan a los Vuelvepiedras. El Andarríos chico (Actitis hypoleucos, Andarríu) arriesga un poco más que la Garceta pero menos que los Vuelvepiedras. Es muy hábil.