El amor y los charcos
Ayer fui testigo del comienzo de una bonita (espero) relación. Una hembra de Lavandera blanca (Motacilla alba)
se bañaba despreocupadamente en un charco cuando, de repente, aparece
un apuesto macho. Con el fin de llamar la atención de la hembra, él se
estira y se yergue repetidamente, pero ella le ignora, hasta que el
macho se anima a bajar al charco y trabajárselo un poco más. Parece que
la convence y salen los dos del agua y, ya en terreno seco, se marcan un
pequeño ritual que, de momento, terminó en nada. Volveré por allí, a
ver si me entero de algo más.
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